No me quita el
sueño, en realidad el que alguien me vaya
oír hablar, o que alguna persona pueda pretender que mantengo un interés
en esta anunciación de esta parte de la Historia del Ecuador y que
paradójicamente nos pertenece, ella que ha sido olvidada. A los 43 años que
tengo esas minucias, ya no me afectan, es decir la vanidad de aquel muchacho de
años atrás ya no me acompañan, estoy comprometido a DIFUNDIR ESTA historia por
amor al arte, por amor a la familia Clark, por amor a la historia de los
jamaiquinos; aun pese a cualquier cosa y a cualquier costo personal que pueda
desprenderse de mi bolsillo; PERO SIN EMBARGO UNA ACTITUD DE DEJAR AL AZAR LA
MISMA POR PARTE DE LOS DESCENDIENTES DE LOS JAMAIQUINOS AFINCADOS AQUÍ en
Guayaquil y en el Ecuador en general, ME CAUSA PENA. Eso puede suceder de
pronto en aquellos que no tienen la sangre de esos bizarros hijos de la tierra
de JAMAICA que nos precedieron, pero
no en aquellos que como tú y yo tenemos un ADN
que nos identifica con esa parte negra del Caribe, que lleva correlación con
nuestra vida. Si no nos concientizamos
como parte integrante de esa Historia creo que difícilmente, nuestros
hijos lo harán, es justamente ese dejar pasar el tiempo y el poco apego a poder
trasladar esa historia oralmente que nos ha hecho olvidar la hidalguía, el
porte y la gran humanidad de la que venían precedidos nuestros ancestros.
Si queremos armar
el rompecabezas que tenemos de todo
aquello vívido por nuestros abuelos, bisabuelos debemos con paciencia, saber
que cada día que Dios nos da, debemos de fomentar que en cada casa sea un
ceremonial el hecho de que se pueda hablar de las hazañas que cada uno de los
mayores que fundaron nuestras casas respectivas hicieron. Por eso siento dolor, saber que haya o exista una tremenda dejadez de
parte de los descendientes de jamaiquinos, porque nos demuestra a las
claras quizás el poco o nulo interés de que se tiene en esta MAGNA HISTORIA, el olvidarse de ella
implica una renunciación al origen en común que cada uno de nosotros,
olvidarnos del ayer, hace que nuestro presente sea un poco tambaleante y
nuestro futuro no tan claro, pues la renuncia a conocer el pasado del que
venimos precedidos y de aquello que nos sentimos orgullosos es y debe de ser un
craso error, trazar las líneas perpendiculares que nos unen a esas vidas que
dejaron en alto su país.
En nuestro deber
como DESCENDIENTE DE ESOS TRABAJADORES
JAMAIQUINOS que agobiados por la situación de su Patria se
ausentaron varios años, otros no volvieron y algunos nunca regresaron porque se
enraizaron como árboles de roble fuertes y añosos en territorio nacional,
contar y recontar esa historia, tu historia, es tu deber y no el de otros. Te
puede servir una foto que conserves, algún objeto, te puede servir alguna
anécdota, algún rasgo físico prominente que vincule tu presente con tu pasado,
cualquier cosa puede servir para comenzar a tejer una historia que debe de
constituirse en tu blasón, en tu escudo, porque no mirar en una retrospectiva
asombrosa lo que hicieron esos negros británicos (jamaiquinos) a favor de esta
nación, algunos que escribieron sobre
ellos les parece poco menos que nada, pero nosotros que pertenecemos a cada
una de las semillas que dejaron, debemos más bien de pregonar la dimensión, el
alto el ancho y la profundidad de su hazaña que la roca virgen contemplo.
Al olvidar lo que
nuestros abuelos, bisabuelos hicieron menospreciamos su valía, su gran
capacidad y negamos esa sangre que corre por nuestras venas. Cada reunión
familiar puede ser un buen pretexto para que las generaciones jóvenes conozcan
de sus mayores aquel relato que los une a la Isla más importante del Caribe
inglés, una tertulia a la luz tenue de una vela, una mesita en el jardín, unos bocadillos en el comedor, un café
pasado, pueden ser testigos de aquello que comencemos hacer, para guardarla,
aquilatarla y lo principal conservarla y si fuere más optimista a DIFUNDIRLA,
hay mucho trecho por recorrer.
El carácter
revelador de nuestros ancestros isleños nos pinta a personas aunque de origen
humilde, sabían lo que querían, era gente honrada comprometida con la causa
para la cual llegaron (TRABAJAR EN EL FERROCARRIL ECUATORIANO), siempre diré no
vinieron para la foto, sino para hacer un pedestal, para que otros se tomen la
foto. Valientes como el que más, pero amalgamados a una CAUSA SOCIAL y a una JUSTICIA
SOCIAL única que ya la habían
adquirido en su país, pues la INJUSTICIA
esa palabra aberrante que varios años los visito fue tratada con una medicina
que salía de sus corazones y que los acompaño durante el resto de sus días, y
sabes cómo se llamaba esa, tenía el nombre de VALOR, gallardía, coraje, que hizo que sus pies se pusieran firmes
en la tierra, nunca pretendieron dar marcha atrás a aquello para lo cual habían
sido contratados, sino que les pusieron los muertos a los constructores del
Ferrocarril, para que supieran que los hombres no corren, enfrentan el peligro
y mueren en el frente de batalla, para ser recordados como lo que eran HOMBRES. Y esa entrañable mezcla de
voluntades tenía un común denominador BUENOS,
diría MUY BUENOS TRABAJADORES, al
diablo en realidad con aquellos que pretenden manchar el nombre y la memoria de
los 4.000 trabajadores jamaiquinos que puestos en un barco de vapor llegaron a
Guayaquil en el año de 1900, las situaciones que les tocaron vivir son parte de
los avatares que afrontaron, no obstante nadie puede dudar el papel importantísimo
que jugaron al poder hacer que la línea férrea pueda subir la montaña, esa
hazaña que forma parte de los anales de la historia del Ecuador se la cuenta
incompleta, porque los verdaderos actores de esta obra pasan a ser considerados
dentro del reparto del libreto, que gran mayoría de historiadores les quiere
asignar, como roles secundarios, casi de menor importancia e imperceptibles
para el conglomerado de ecuatorianos que ven una parte de la cara de la luna,
sin conocer la otra parte.
Esta historia me
habla y me dice que esos negros forman parte del colectivo que apoyo al Ecuador
del siglo 19 a embarcarse en el siglo 20, que no solo con sus lampas, machetes,
picos y dinamita en mano aportaron al engrandecimiento de la Patria que hoy
llamamos como nuestra, mientras otros se levantaron con ideas y con sus plumas
y fueron renombrados, los jamaiquinos contribuyeron con su fuerza descomunal
para hacer con la ayuda de Dios, lo que muchas personas habían pensado como
imposible, porque para todo aquel que CREE, nada es IMPOSIBLE.
Los jamaiquinos
trabajadores humildes del Ferrocarril de Eloy Alfaro, ponen su nombre en
relieve, nunca dijeron No, ni jamás pronunciaron un NO SE PUDE, más bien
dijeron : “ ADELANTE”, dónde está esa montaña, porque la queremos “PICAR”, y
eso aconteció, el ver la sobriedad y majestad de “Los ANDES”, no les privo del
sueño, ni les robo la quietud, lo único que esbozaron es ¿CUÁNDO COMENZAMOS? La
Titánica labor desplegada fue descomunal, me imagino el frío recorriendo sus
rostros y espalda, sintiendo el calor cuando el sol pegaba con fuerza en la
montaña, el lodo metiéndose en sus pies, a veces extenuados bajo el azote de la
lluvia, las jornadas prolongadas de cumplir con el cronograma para entregar las
obras a ellos encomendadas. El desaire, la desazón y el maltrato que les
inflingierón capataces y administradores que veían en los jamaiquinos solo meras
fichas para mover en el tablero a gusto y conveniencia de ellos. Después de la
jornada prolongada y cansada, ya cuando solo se oía el murmullo de los animales
y de algunos insectos en las afueras de sus campamentos, la rebeldía se sentía
cocinar y cuajaba en cada uno de los corazones de esos trabajadores, se
comentaban algo en su patois, endechaban a su JAMAICA lejana y sus viejos,
veían al cielo y no encontraban las estrellas bellas de su JAMAICA; pero
guardaban en lo recóndito de su ser irse del Ecuador inhospito y tenían la
esperanza de retornar a casa a visitar nuevamente a la abuela que había quedado
en casa, a los padres que esperaban el pronto retorno de esa gente esforzada y
valiente, los ahorros tenían que resarcir el tiempo de la separación, el tiempo
de la espera, sin embargo no fue así. El
nexo umbilical que dejamos atrás, que ellos dejaron atrás, todavía nos une con
sus playas, todavía nos une con sus palmeras, todavía nos une con sus
costumbres, con su fe. Algunos sospecharían que algo paso, porque George, John,
Daniel, Joseph ó Cris no regresaron, porque algo en ese país al que ellos no
escucharon nunca y del cual nunca más volverían a escuchar, se trago a su gente
y la sembró en su tierra para fecundarla y hacer de ella un sitio productivo.
Esta historia me
transporta a una alta cumbre donde diviso gente negra con ropa gris, camisas
mangas largas y sombreros para protegerse de la inclemencia del sol, me habla
de lo absortos y perplejos que se quedaban al detener su ritmo habitual al oír
un estruendo y una queja y ver a lo lejos como caía un compañero, muerto en manos de la maldita dinamita, cómplice anónima
de aquellos que querían acallar la
alegría y el entusiasmo por trabajar de aquellos SUBDITOS DE LA CORONA
BRITÁNICA. En su retina quedaban los instantes en que la gente desfilaba al
despeñadero, donde quedaban sin vida,
perplejos y aun incrédulos las escenas de llanto y dolor de aquellos que
endechaban a los caídos, esto ya no eran la excepción, pues las mismas se
convirtieron en el pan de cada día. Los hombres no lloran, y si lo hacen se
secan las lágrimas y siguen, eso les ocurrió a los jamaiquinos en nuestro país,
parte de una DENUNCIA SOCIAL, muy pocas veces analizada, de pronto la historia
que fue en el ayer no ha cambiado mucho, MUERTO UN NEGRO, no hay que hacer
mucha alarma ó dar gritos al cielo, hay simplemente saber que no tiene mucha
cobertura y que esas historias no se venden mucho, así que la mayoría de la
prensa de ese entonces ni se dio por enterada, LA COMPAÑÍA (The Guayauil and
Quito Railway) que los trajo se amortiguo dejando su responsabilidad a unos
terceros (Jp: Mc Donald Company) que tan irresponsables fueron como los dueños
principales de la obra, así que si gigantes piedras fue la lápida más lujosa
que se podía conseguir en la montaña, era peor que quedar en un terreno llano
que no señalará nada.
Cada
vez que te hablo de los jamaiquinos y su paso por este país, no te invitó a
desenterrarlos, quiero más bien que los dejes en paz, pero que lleves a casa
sus recuerdos y los evoques en las horas más lúgubres y creas en el Dios que
guió sus vidas, que la Palabra que Dios nos dio y que ellos la leyeron, sirvan
como tu guía y derrotero para marcar el camino por el cual debemos de
transitar.
Hoy tenemos la
comodidad del siglo 21 a nuestra disposición, sus tres ó cuatro generaciones ó
más que han pasado han alcanzado lo que ellos nunca hubieran soñado, sin
embargo considero que es nuestra obligación honrar la memoria de ellos y la
forma más practica creo es recordándolos
y viviendo como ellos vivieron, contentos con lo poco, pero si podemos aspirar a algo más lleguemos tan lejos a donde nuestras velas henchidas del aire que sopla
de Dios, nos lleve, pero en todo lugar donde estemos, podamos recordar que
aquellos que abrieron la montaña, doblegaron el mal tiempo, capearon el
temporal del maltrato son aquellos que inyectaron en nosotros un espíritu y un
porte espiritual que es importante, ESA ES NUESTRA HERENCIA, ESE ES NUESTRO
LEGADO Y AQUELLO QUE RECIBIMOS, do quiera que vayamos, no los hagamos quedar
mal, ese debe de ser nuestro compromiso y el de las futuras generaciones, para
que nadie diga, ni se llene la boca diciendo yo enriquecí a estos negros, sino
que podamos decir el favor de Dios, estuvo con nosotros al igual que con
nuestros ANTEPASADOS al otorgarnos la vida, Dios es el causante de nuestra
prosperidad y de la protección de nuestras vidas HONREMOS A DIOS y HONREMOS LA
MEMORIA DE LOS 4.000 TRABAJADORES JAMAIQUINOS al hacerlos quedar bien.
BY: AB. ELEODORO ESTEBAN PORTOCARRERO CLARK IV
Guayaquil-Ecuador
31 de Diciembre del 2012 10:35 AM
PARA JAMAICA
EN EL ECUADOR.-