Mi abuelo cumple años mañana y como siempre le
he querido rendir un homenaje. Valga las consideraciones de estilo como cuando
una escuadra de marines toma sus armas y comienza a disparar en alusión a la
celebración de un hecho histórico. Cuando yo abrí mis ojos o al menos corría en
la casa de la 9na, yo vi la figura grande de mi abuelo recorrer su casa en
aquellos tiempos. Mi abuelo había venido al mundo en Chunchi Provincia del
Chimborazo una distinción que marcaría su vida, de gran estatura y un don de gentes
único era ese tipo que no hacía mucha propaganda al andar. Hijo de don Philip Clark, natural
de Jamaica Kingston y de doña Mercedes Quizphe cuencana.
Mi abuelo Eleodoro, era uno de
esos niños llegados al Ecuador de 1909, jugaba corría y se divertía,
seguramente conocía que la llegada de su padre a Ecuador se debió por el
ferrocarril de Alfaro, colijo eso del aprecio existente entre hijo y padre,
nunca elucubro pero si debo de creer que mi abuelo Eleodoro Clark si sabía el
porqué del hablar entrecortado de su padre, es obvio suponer que en su
entendimiento distinguía el hablar en español de su madre que no lo gozo del
todo.
El vestigio de la hazaña
jamaiquina en tierras ecuatorianas aún era algo vedado, ni siquiera ellos
mismos suponían que el trabajo hecho por ellos fue un trabajo excelente digno
de admiración. Pero el amor por las maquinas, por las locomotoras, por el
ferrocarril jamás iban a salir de sus venas pues las llevaba allí adentro.
La misma enfermedad que se llevó
a muchos trabajadores jamaiquinos, al Capitán John Harman y a muchos más, también tomo a su
madre de las manos y la escolto al seño de Abraham. Difícil fue quedarse
huérfano de 5 años, pero esa tragedia formo en el abuelo un carácter reacio y
fuerte que no se debilito con los avatares de la vida, más bien hizo de el
hombre con agallas y que le saco a la vida el mayor provecho.
Mi abuelo Eleodoro Clark junto
con su padre Philip Clark tomaron sus alforjas y dejaron la Serranía
ecuatoriana a la cual solo regresarían para pasear en el caso de don Eleodoro.
Por eso en cada uno de sus descendientes ver las montañas, admirar los
imponentes nevados y ver los hermosos volcanes se hicieron parte de la sintonía que se tiene con el
lugar donde uno nace, aunque en su gran mayoría sus nietos nacieron a orillas
del imponente Guayas, no dejan de tener ese espacio de los Andes en su alma.
El tesón de mi bisabuelo Philip
Clark determino que el arraigo a esta tierra ya no se debía exactamente por una
obstinación a estar en una tierra extraña, pues se debió a quedarse por amor a
la familia que había formado, al perder a su esposa de forma tempranera,
siempre solía trabajar y encargar al pequeño Eleodoro con diferentes amigos,
hasta que los dos tomaron el mismo tren que los vio crecer como seres humanos y
se quedaron en Conducta Naranjito, de donde llegaron al Ingenio San Carlos,
Parroquia Marcelino Maridueña, el uno un negro serrano de origen jamaiquino y
el otro un jamaiquino que apenas chapuceaba el español, los índices en sus
rostros denotaban exactamente que llegaban con muchas expectativas, entre ellas
estaba progresar, salir adelante y no irse nunca de ese lugar. Allí se
levantaron tomaron impulso, se cobijaron con la gallardía y la estirpe de los
4.000 y comenzaron a hacer historia y sí que la hicieron porque en el Ingenio
San Carlos, el abuelo Eleodoro Clark Quizphe no solo fue un personaje muy
querido, sino un tipo muy respetado y un buen trabajador, que gozo de un
curriculum envidiable, siendo líder el
espacio de vida que le copo vivir en esos lares.
Las personas honradas escalan con
el convencimiento pleno de que no le deben a nadie nada, de que sus logros y
méritos forman parte de Dios y de sus virtudes. Así mi abuelo se afianzo en el
Ingenio San Carlos y llego a estar a cargo de la sección de locomotoras de esa
empresa, la misma que era un modelo.
Mi abuelo tenia concepciones
matemáticas bien definidas las mismas que la experiencia le ayudo a
desarrollar, amaba esas máquinas como el que más y su conocimiento sobre las
mismas lo hacía figurar como un referente y un entendido en la materia, sino
era un docto con respecto al tema, conocía muchísimo de que era el ferrocarril,
sus componentes, sus piezas más básicas y la composición de esta máquina.
Eleodoro Clark dejo un precedente de honorabilidad, de un carácter probo que dejo huellas en ese Ingenio San Carlos de
los años del 40-50-60.
No fue abogado, pero fungió serlo
al contribuir en la organización, composición y en la aprobación del Sindicato
de Trabajadores del Ingenio San Carlos, entre mis familiares siempre se contaba
las idas y venidas del abuelo al visitar Quito para la conformación del
Sindicato, un legado de hombría y de pundonor dejados por el Maestro Clark en
su paso por esa empresa y si la misma se puede catalogar no haber sido parte de
sus empleadores, mi abuelo sabia a la clase a la que pertenecía, podía ser que
su decisión ayudara a consolidar su economía familiar, siempre recordó que
muchos hogares más necesitaban del contingente que el pudiera aportar.
Trasladado a Guayaquil donde
cambio su domicilio en un lugar que hasta esa fecha donde se mudo era muy
suburbano, siempre tanto el cómo mi abuela Ángela fueron dos personas que
mantenían un bajo perfil, pues en el barrio de la 9na tenían vecinos, tanto de
izquierda como los de derecha que vivían al lado de la casa de la 9na, cuya
actividad matinal tenía que ver con arrojar basura al frente de la casa de los
Clark, parte del modus vivendi de estas personas, no obstante mis abuelos eran
grandes no por su voz, ni por su fuerza, sino por el don de gentes que poseían
ellos.
Mi Abuelo Eleodoro Clark, también
fue laico, entre sus cosas vi como estructuraba sus mensajes, gustaba escribir
poesía, sus trajes al estilo inglés recordaban de pronto su pasado, su
sombrero, sus zapatos, sus tirantes, la pequeña biblioteca que había almacenado
me la heredo mi abuela, parte de la herencia que el dejo. Mi abuelo era un
autodidacta en todo le gustaba aprender, colijo que también le gustaba enseñar
gustaba mucho de la cultura y estar empapado de su profesión como mecánico de
locomotoras.
Con el tiempo algo sucedió, él se
descuidó en su salud, menguaron sus fuerzas, aquel tipo imponente de casi 1,75
robusto por fuera y por dentro se nos fue dejando una estela cuyo legado forma
parte de la gran familia Clark y cuyas letras se escriben en grande, mi abuelo
se llamaba Eleodoro Esteban Clark Quizphe, hombre como él no se vuelven a
repetir en la vida.