Nací en Guayaquil en 1969, octubre en los últimos días
de este mes, 29, me crie en la casa de mis abuelos. En una casa grande, grande,
quizás media unos 20X20 metros, dos plantas o pisos. Desde abajo hacia arriba
esta conectada por una escalera interior que atravesaba varios cuartos.
Recuerdo que desde el altillo se veía la ciudad, nunca
lo pensé, pero estaba tan cerca, era espaciosa, si que lo era, tenia el calor
de hogar, que, si hubiera tenido una chimenea, inundaría aquel barrio de humo,
por un sincero amor que allí se respiraba.
Yo era un alpinista, escalando todos los pasajes
secretos de esa casa, teniendo una pequeña cueva, donde recrear mis fantasías y
poder ver la historia de mi familia. Como niño jugaba, lloraba, reía en cada
cuarto, sala, baño, altillo, entrepiso, toda esa suma traía alegría y
felicidad. Esa casa aparte de todo me enseño a poder COMPARTIR SOLO y esa soledad me ayudo a desarrollar
creatividad, historias que contar, a soñar con EDIFICAR UNA CASA, a dibujar.
Siempre digo, como niño era uno molestoso, pegado a mi
abuelo ELEODORO CLARK QUISPHE,
siguiéndolo cuando llegaba a casa, en mi retina, siempre le veo, generoso,
alto, bien vestido, su voz, su sonora voz se perdió en el tiempo.
Muchas cosas conservo del abuelo Clark, porque mi
abuela ANGELA DE CLARK, se
encargo de que su recuerdo no se muera con el tiempo.
Si la gente es feliz, teniendo dinero; pues no siempre
es una regla general, porque es totalmente falso. Los bienes y las riquezas no
te hacen feliz.
Mis primeros pasos disfrutando y creando historias los
di en la casa de los Clark, que aventura.
Ver como la lluvia arreciaba en mi barrio desde la
casa de mis abuelos era el espectáculo más colosal que jamás hayas visto, ver
como se deslizaban los niños a buscar la casa grande donde habían chorros de
agua cayendo hacia los portales, las calles anegadas parecían piscinas donde
los niños se divertían, era el Guayaquil de antaño, en modo descomplicado, no
había el FREE FIRE, ni los juegos malos de internet que ahora abundan en el
medio enviciando a niños, jóvenes y adultos.
En la casa de los Clark, había tiempo para alzar los
pies y descansar. Leia un libro, veía Televisión, salía a recorrer como
explorador por el patio grande que tenia esa enorme casa, que eran casi los mismos
metros que tenia de construcción. Me subía a los carros antiguos que tenia mi tío
Cirilo Clark en el patio, a la izquierda del mismo los dos de marca Chevrolet o
GMC uno con un cajón de madera y el otro un auto, lindos recuerdos.
Cuando llovía, que lindo ir por todo ese cuadro
saltando charcos, cuando no arreglábamos la patera que esta a un costado del
patio y allí, la limpiábamos y era nuestra piscina, nos bañábamos en ella, mis
primos, mis primas, mis hermanos y yo. Que sensación de relax, tiempos que
nunca volverán.
Mi abuela, solía tener patos, gansos, perros, gallos,
gallinas, gustaba de los loros, Etc. Todo un zoológico metido en ese lugar, que
hermosos recuerdos.
Cuando estábamos entre semana en la sección del garaje
nos poníamos a imitar a los maestros de la Escuela Dominical, como ya en ese
entonces había aceptado a JESUS como mi Salvador, trataba de imitar al
predicador que me ayudo a hacer la decisión por CRISTO, el DR. LUIS PALAU,
argentino, que llego al COLISEO CERRADO y un 7 de agosto de 1981, acepte a
JESUS en una noche de mi Guayaquil querido.
Cuando me iban a pegar por alguna razón de algún mal
entendido, siempre iba a dar al altillo, a las escaleras, a veces llevaba horas
viendo a Guayaquil que se veía tan cerca, o también me gustaba ver llover por
ese lugar en mi barrio.
La Casa Clark, no solo fue refugio para nosotros que
nos criamos allí, bajo la siempre de mis abuelos, allí llegaban predicadores,
pastores, hermanos evangélicos.
En esa misma casa conocimos a todos los primos, no sabíamos
la extensión de la palabra, a la final, pero sabíamos que éramos parientes, que
los mismos eran hijos de mis tíos. Los tíos siempre daban vuelta a su mama, mi
abuela Angela de Clark, ellos eran: Mi tío Cirilo Clark, Julio Clark, quienes vivían
allí, mi tío Felipe Clark, vivió algunos años en Venezuela, por allí aparecían,
mi tía Dora Clark, mi tía Esperanza Clark y mi tío Eleodoro Clark, parecía todo
un batallón, pero evidentemente los Clark no se multiplicaron en exceso, pero
si la Casa Clark, parecía muy pequeña cuando en Diciembre o en Enero llegaban
desde sus casas Los Clark.
El abuelo ELEODORO CLARK Q, con sus manos llenas,
donde 4 negritos lo esperaban como el héroe que era, cada vez que arribaba, muy
temprano se nos fue, de una edad de 62 años, los mismos años que su papa PHILIP
CLARK, cuando este murió. En el cuarto de la abuela había un cajón lleno de
libros, los cuales le agradezco a ella que me los heredo en su debido tiempo, allí
quedaban sus grandes pantalones, su sombrero, su terno blanco y una especie de
frac, que utilizábamos nosotros para vestirnos y mirarnos frente al espejo.
De las navidades, del relleno, de el pavo en Diciembre
del reprise en Enero, son cosas que no se van a ir tan fácil de la cabeza. Se
cuenta que esa receta que llevaba, galletas de sal y de dulce de La fábrica la Universal,
pasas, aceitunas, nuez, la verdad es que los cubanos le dieron eso a mi abuela
ANGELA CLARK, quien en sus manos era una comida de gourmet.
De los juguetes que recibí durante el fin de año, uno
por la iglesia, uno por mi tío Felipe, uno por mi tío Julio Clark, fui
bendecido, fue una época y unos años muy bellos.
De las noches de TV. Con el tío JULIO CLARK, de la
maravilla de los programas a colores, de los sábados y domingos de ver los
mismos, solo quedaron en el recuerdo. En ella aprendimos amar a DIOS, a
escuchar la palabra de Dios, a escuchar buena música cristiana, porque no también
secular, nos gusto el futbol, nos hicimos hinchas del mejor equipo del ECUADOR,
Barcelona.
Salimos de ella, nunca con la ambición de quedarnos en
la misma, hoy no la miramos como la casa vieja que perteneció a los abuelos
Clark, sino como aquella que nos cobijó, que nos dio sus cuartos, que nos
presto sus paredes para señalar cuanto habíamos crecido, que dejo que pintáramos
leyendas… Se nos fue parte de nuestra historia allí, pero nunca olvidaremos lo
vivido.
AB. ELEODORO ESTEBAN PORTOCARRERO CLARK IV
GUAYAQUIL, 28 FEBRERO 2021