Adecuarse
al ruido, a la fuerza intensa de las explosiones de dinamita fue algo que costo, todo un proceso de adaptabilidad, así lo narra Galo
García. Nos describe como los
jamaiquinos subían y bajaban la montaña amarrados por largos cabos, con los que se
sujetaban. Cientos por no decir miles murieron junto a las rocas, el cuadro,
sin duda era doloroso. Ya que nadie los bajaba. Se argumentaba en el pensamiento
ilógico, vago y barato que más le convenía a la Empresa pagar las dos libras
esterlinas como indegnización a sus familias, que preocuparse en bajar el cadáver
de un jamaiquino, que al final de cuentas, era un pobre, triste y desdichado
negro, que en su propia tierra nadie ni su familia lo quería, sin duda un
pensamiento así debe haber rondado la cabeza de aquellos que miraban aquella escena
que llegó a ser parte de la rutina cotidiana.
Se
supone que los jamaiquinos, algunos manejaban dinamita y por su experiencia
arribaron al país, la manipulación de estos artefactos_ se colige_ no era una
cosa ajena a ellos, pero dentro del grupo humano desplazado, a aquellas
majestuosas montañas de nuestro país, no todos poseían esa pericia, así que la
muerte siempre rondo esos campamentos amenazándose no solo con llevarse a los
primogénitos, sino a todo incauto que se atrevió, por unas cuantas monedas de
plata a jugar con “fuego”. Muchos de ellos fenecieron, aproximadamente la mitad,
en el mismo sitio de suspensión, sin tener otra opción a salir, correr o poder
esquivar la explosión segura, ante tal infortunio y calamidad, hasta el más
diestro pierde, y la muerte en esas instancias era difícil de evitar, mucho más
si se toma en cuenta, la falta de respeto al ser humano era evidente, porque
muchas de esas acciones conducían a acciones fratricidas. Y lo grave de este punto es que muchas de esas
muertes no fueron accidentales, sino creadas. Si estuviéramos en esta época hablaríamos
de accidentes laborales y en otros casos de asesinatos cometidos en contra de
estos ingleses negros.
Abría
que ver si esas compensaciones monetarias de las cuales hablaba el contrato
escrito con el cual llegaron amparados los jamaiquinos a estos lares, llegaron
a sus destinatarios, porque los beneficiarios eran de la misma naturaleza que
los difuntos y el respeto que se les debió a estos trabajadores en vida debió
haber sido transmitido a sus deudos y con el tiempo y las distancias reinantes
dudo que eso se haya concretado. Yo a título personal creo que no regresaron a
la Isla en busca de familiares y dares sus condolencias. Se cuenta que el mismo
Mc Donald, dueño de la compañía que trajo a los caribeños, horrorizado por esas
vivencias de sangre, dolor y miseria, dejó aquella zona dolido en sus bolsillos
y por la carnicería humana presenciada, fue tal su depresión que terminó
suicidándose. El Contrato favorecía los intereses de todos menos de los
jamaiquinos, de pronto se firmó porque el Gobierno jamaiquino o los ingleses de
la Oficina Británica comenzó a exigirlo, por situaciones de muerte que ya se
habían dado en otros países, como antecedentes funestos, y asegurarse que estos
trabajadores puedan tener aparte de cualquier eventualidad, asegurado su boleto
de regreso a su Jamaica.
Fratricida:
Que mata a su hermano ( En este caso a su prójimo)
La forma cruel e inhumana es solamente una parte de esta historia los hechos discriminatorios hablan mas de está fábula de verguenza e infortunio y de escarnio que les tocó vivir a los jamaiquinos aqui.Su sangre hoy reclama un espacio en la historia ecuatoriana. Ab. Eleodoro Portocarrero Clark IV
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