domingo, 25 de septiembre de 2011

CONCIENCIA DE SER NEGRO, CONCIENCIA DE SER ECUATORIANO; PERO TAMBIEN CONCIENCIA DE SER DESCENDIENTE DE JAMAIQUINO.-

 Soy un aficionado al dibujo manual, a la música, desde que tengo conciencia, ambas actividades son una herencia desarrolladas a los pies de mi familia materna CLARK . Pero con el pasar de los años se me pego el gusto por los Estudios Sociales, en especial la Historia, a tanto llegó mi pasión por ella, que con el paso del tiempo la desarrollé como mi materia preferida, por eso le guardo aprecio, le guardo respeto, la cultivo casi todos los días, y en cada casa que tiene una Biblioteca, o dependencia pública o privada que cuente con una de ellas es mi sitio preferido de visita. Así te dije que comenzó mi amor por esta área de las Humanidades Modernas, creo que fue amor a primera vista, todo comenzó sin duda, cuando en la Escuela esta materia se vuelve un poco más amplia y  llamativa, te hablo del 7mo de Básica, antiguo Sexto Grado en mis tiempos, en ese entonces topaban los temas de los presidentes, lo cual me fascinaba, con el pasar del tiempo supe que me había encontrado con la musa de mis sueños, llamada historia, curiosamente lo primero que escribí oficialmente no fue nada de ella, sino un cuento, esa fue mi primera incursión en el mundo de las letras.
Hoy te propongo aventurarnos en ese algo, pues con un espíritu de “inclusión” te escribo parte de mi historia, con la perspectiva de un descendiente de jamaiquino y que comparte esto que quedará en este medio, como un testimonio de lo vívido, y aunque me digas lamparoso, orgulloso, o lo que sea, no me puedo desprender de que te hablo hoy con el corazón sabiendo que este tema que es “virgen”, pueda ser descubierto por otros y si te causa admiración a buena hora, si te causa un desinterés, tú, te lo pierdes, es cuestión de gusto; pero lo único cierto que te digo en esta invitación formal es que antes de poderme juzgar por lo que te digo, puedas de pronto abrir tu mente a esta historia, muy personal, pero no desentendida, no divorciada, no desligada de la Historia madre de los jamaiquinos, aquí en Ecuador, por eso la traigo hoy a vuestra consideración, para que puedas tu ver la parte singular, para luego abarcar la plural, lo que nos ayudará a tener una visión general de lo que quiero traer a colación.
Mi nombre es Eleodoro Esteban Portocarrero Clark, a la fecha de 41 años de edad, casado con Benilda Franco, mis hijos son Dara y Phil Portocarrero Franco. Mi padre se llama Marcelino Portocarrero Ortíz, esmeraldeño, mitad colombiano y mi mamá es una linda mujer llamada Ángela Clark Bolaños, del Ingenio San Carlos ( Marcelino Maridueña ), cuando nací en Guayaquil, llegué a casa de mis abuelos CLARK BOLAÑOS, después de una corta instancia por la Maternidad Sotomayor, entiendo yo, ( No he ahondado en eso con mamá), ella paso los 9 meses de su gestación sola y con 3 morenitos más, que son mis Hermanos : Marcelo, Ana y Sara  Portocarrero Clark, entiendo que al principio mamá no quería a este negrito; pero sabes después de arribar le alegre la vida a ella. Entiendo de pronto eso, su separación de papá le afecto, no obstante no te puedo decir que eso fue una bendición, Dios sabe todos los planes y de sopetón y de repente nos vimos en la casa de Eleodoro Esteban Clark Quisphe y Ángela del Rosario Bolaños Cortéz, dos personas geniales, diría yo unas excelentes personas en toda la dimensión y estatura de la palabra y el alcance que esta signifique, que don de gente tenían ellos, no podían saber de tanta educación, pero mis abuelos maternos eran personas a las cuales había que sacárseles “el sombrero”; pues de la vida conocían mucho, agrego bastante, consejos como los que daban y su autoridad, nunca pasaba desapercibida, actitud que los distinguía, lo que dejaba ver su brillante personalidad. En ese ambiente, viví, tu sabes como “el tierno” ( soy el último de mis Hnos), pase cerca de mi abuela y un poco cerca de mi abuelo.
Cuando mamá fue a parar de “vuelta a casa”, después de haber escuchado hace muchos años, que su enlace con papá no era bien visto, no era aceptado, regresó con 3 niños pequeños y uno de brazo. Para congraciarse quizás, o por el puro afecto que ella sentía por su papá, me bautizo como Eleodoro Esteban Portocarrero Clark, ganándose al abuelo. De que él me quiso, te lo puedo aseverar. Así rodeado de amor, como cuando alguien transporta botellas y las pone sobre periódicos o espuma, con eso los Portocarrero Clark, nos vimos empapados de ese amor, transmitido por dos hermosas personas que no nos tiraron la puerta de su casa en las narices, sino que siempre la mantuvieron abierta, para que los hijos pródigos regresen y nos hicieron vivir en la gran casa de la 9na, y hacer de ella nuestro gran rincón de juegos y poder encontrar en ella un mundo amplio y grande que explorar. >Cada día en ella era una aventura diferente, para que estar fuera, cuando en  ella había todo y de todo<
Fue así que mi mundo se abrió a ese entorno de la fantasía, de la realidad, de las cosas bellas, de la cristiandad, de la imaginación, de los buenos propósitos y de la calidad de vida que se necesita al vivir escuchando la voz de Dios.
Lo primero que hacía cuando era pequeño es ver televisión, por no tener juguetes caros, me inventaba yo mismo alguna historia, o algún diálogo, cualquier cosa a la mano era suficiente para saber que el mundo de los juegos había comenzado y mano de a poco comenzó  a dibujar, de seguro algún antepasado de los Clark, sabía de esto porque en varios de mis primos los tengo como competidores.
Siempre recordaré a mi abuelo como un tipo alto, gordo y con una voz sonara que llamaba la atención y con quien no había muchas cosas ambiguas. Solía subir las escaleras de forma apresurada, por lo general y este servidor de ustedes, con tres años y un poco más, lo seguía, recuerdo aún en escaramuzas, que me llevó antes de morir en un Taxi a pasear por mi ciudad de Guayaquil, que maravillosa experiencia. Después solo recuerdo haberlo visto en una caja, velándose en mi iglesia, se había despedido sigilosamente, sin hacer ruido, dejando tras de sí una vida que si bien tuvo altibajos como todo ser humano, NUNCA DE LOS NUNCA LE RESTO, LOS MERITOS QUE COMO SER HUMANO,HIJO, ESPOSO, PADRE, Y ABUELO, logró cosechar en vida. Solamente mi abuela solía decir que en el IESS, mataron a su marido y quizás no estaba tan lejos de aquella afirmación. Lo cierto es que en ella dejo una huella grande y para nosotros se fue tempraneramente nuestro benefactor material.
Con todo era muy niño, o pequeño, para haber formulado en vida de mi abuelo Eleodoro, algún cuestionario de preguntas, sobre su legado jamaiquino-ecuatoriano, las cosas que fueron develadas después surgieron cuando yo con más uso de razón, comencé como preguntón a decir y por qué esto, y de dónde, y cómo, y cuál, Etc. Hasta que algunas de las dudas de mi cabeza pequeña (en realidad era cabezón), fueron despejadas.
Recuerdo que fui a primer grado como un niño valiente, cuando mi mamá me fue a dejar a la “RAMÓN AGURTO CASTILLO” no lloré, cosa distinta ocurría con los que estaban a mi alrededor; pero si recuerdo que en ese pasaje de mi vida, cuando uno comienza la exploración del submundo, fuera de su casa, en la transición de la lecto-escritura, y todo eso, cuando te enseñan a escribir tu nombre, me escribía Eleodoro P. Clark, pensaba, que aquella denominación , por lo bajito, no me quedaba mal; pero en realidad esto no era Brasil ( Se usa primero el apellido materno); sino Ecuador. Por lo tanto lo que escribía o como me identificaba estaba incorrecto. Pero eso se me pego, cuando algún fin de semana, se me ocurrió dialogar con mi abuela Ángela Bolaños Cortéz de Clark, ella tenía en la galería de la pared principal de la sal de su casa, tres fotos, una era de mi tío Felipe Clark, que en ese tiempo estaba en Venezuela, otra era de mi mamá con Marcelo Portocarrero Clark y Jorge Meza Clark (mi primo); pero había otra que parecía más antigua que las otras, la cual no tenía pie de página (imaginación) y le pregunté, quién era ese señor, me llamaba mucho la atención, por su frente amplia y

sus cejas alzadas y un bigote que adornaba su cara, en aquella ocasión a vuelo de pájaro, ella tan solo me supo decir, ese es tu abuelo (Bisabuelo), y le inquirí, cómo se llamaba, ella me supo contestar: Felipe Clark, aquella primera impresión, me supo dulce, como me parecía extraño, le repregunté, cómo se escribe: ella dijo: C L A R K, ese fue el primer encuentro con esta historia, la impronta de esa historia me fue transmitida así, con un pequeño comienzo, hasta después haberse agigantado, en todo el sentido de la palabra. Este encuentro sucedió de forma espontánea, hasta que al haber acumulado, 41 años de vuelo en mi vida, se ha ido agigantando hasta mas no poder, despertando en mí una curiosidad inusitada, pues te digo que escribo esta historia o artículos relacionados a través del Cyber espacio, y de la impresión física de una obra referente a JAMAICA EN EL ECUADOR, un Facebook, un blog y la difusión en Situ, de esta historia en los lugares que recorra, todo por amor al arte, No, todo por amor y homenaje, a mis ancestros jamaiquinos, a los compatriotas de estos, a mi familia materna a sus descendientes y a aquellos adheridos a esta causa. Este es un recorrido extenso en la difusión de esta historia, si aparecen más, a buena hora; pero sabes mucha de esas líneas pudieron haberse preservado con una inusitada fuerza, lastimosamente han pasado casi 111 años, si contamos desde 1900, fecha en que los jamaiquinos, llegaron, mucho tiempo, se perdió parte de nuestra herencia que se quedó en el anonimato.

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